Regina se puso debajo del chorro de la ducha, el agua le recorría todo el cuerpo, Miriam solo contemplaba esa maravilla de la naturaleza, como el agua pasaba por cada rincón del cuerpo de su novia, por cada curva y por cada esquina.
-Ven cielo, mójate un poco anda, no seas tímida, anda que no nos hemos visto desnuda veces. - dijo Regina mientras tendía la mano para que Miriam se acercara.
Miriam sonrió, se arrepentía de haber dudado de su chica, la amaba con toda su vida entera joder, no se lo pensó ni un segundo más y se lanzó a por Regina, se unieron en un profundo beso, ambas desnudas con el agua cayendo por sus cuerpos.
No paraban de sonreír, y es que la situación era para estar completamente feliz, las dos totalmente desinhibidas, poco les importaba que pasara fuera de aquella ducha, lo único que de verdad importaba era ese momento, Regina miraba a su chica, miradas penetrantes, miradas de esas que lo dicen todo, Miriam se sonrojaba, se sentía muy pequeña ante ella, incluso sabiendo que realmente Regina de edad era menor.
Regina decidió demostrarle a su chica que es lo que sentía por ella, pero no con palabras, con su cuerpo, cuerpo contra cuerpo, luchando por saber quien es capaz de demostrar más amor. Tenía que hacerle el amor de tal manera que olvidara todos esos momentos que se ha podido sentir sola cuando no han tenido contacto alguno.
Regina jugaba con la boca de Miriam bajando a su cuello, subiendo a los labios, dándole leves mordiscos, volviéndola loca, cegándole la vista de placer, al mismo tiempo que bajaba sus manos a su entrepierna, las manos de Regina se empezaron a mover en círculos ahí abajo, el cuerpo de Miriam palpitaba por cualquier parte que Regina tocase.
El ritmo del movimiento era constante, Miriam tenía la mirada perdida, y Regina se estremecía con los gemidos de su novia, y llegó ese momento en el que Miriam reventó de placer, donde tras varios días de aparente soledad, por fin se sintió completamente satisfecha, Regina sacó sus dedos de la entrepierna de su chica, la agarró de la cintura, la besó, un beso muy muy largo, de vez en cuando se separaban y sonreían como tontas, pero los besos eran inevitables, tener a tu chica delante, desnuda y mojada y no comerle la boca sería pecado.
Miriam sintió algo que le recorrió todo el cuerpo, esas mariposillas, esas que le hacían sentir y ver que Regina la quería, que no se había ido, que siempre había estado junto a ella, no de la mejor manera, pero estaba, porque lo más importante para ellas, es que nunca nunca se dejaran de querer.
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